
Cuando hablamos sobre qué son las ciencias del comportamiento y su aplicación a las políticas públicas, solemos mencionar el hecho que muchas leyes fallan porque no toman en cuenta el comportamiento real de las personas. La idea base es que las leyes y reglas se generan, en principio, para mejorar la vida de las personas que comparten un territorio en común, pero dependen críticamente de que sean puestas en práctica. Si las leyes no generan un cambio en el comportamiento de las personas, no sirven para nada.
Las ciencias del comportamiento aplicadas en el ámbito público permiten mejorar la efectividad de medidas tales como leyes, políticas, protocolos y programas. Esto se logra, a grandes rasgos, determinando o identificando:
En este sentido, las ciencias del comportamiento permiten disminuir lo que se conoce como la brecha intención - acción.
Se conoce como la brecha intención-acción a la distancia que existe entre lo que queremos hacer (la intención, determinada entre otras cosas por el conocimiento, las habilidades, la identidad propia, los roles, las creencias, las emociones, los refuerzos e incentivos) y lo que finalmente hacemos (el comportamiento observado). Esta distancia no es trivial: todos los días realizamos acciones que se contraponen a lo que originalmente habíamos decidido hacer.
En las ciencias del comportamiento existen diferentes enfoques para cerrar esta brecha. Uno de ellos es el nudge, pequeños refuerzos, que sin cambiar la capacidad de toma de decisión de las personas, generan cambios significativos (por ejemplo, lograr que los clientes de un restaurant beban menos alcohol achicando el tamaño por defecto de las copas). Otros enfoques incorporan momentos de fricción en los procesos de toma de decisión de las personas, para incentivar el pensamiento racional e interrumpir el piloto automático en el que generalmente estamos al tomar decisiones del día a día.
Independiente del enfoque, lo que se busca en última instancia es ayudar a producir cambios en el comportamiento a nivel comunitario, que permiten alcanzar resultados socialmente deseables.
Aquí es donde las ciencias de la implementación entran en juego. En cierta medida, las ciencias de la implementación expanden las metodologías de cambio de comportamiento para responder a la pregunta de cómo lograr cambios socialmente deseables y sostenerlos en el tiempo.
De acuerdo a la National Implementation Research Network, la fórmula para alcanzar estos resultados exitosamente depende de tres elementos:
En esta fórmula es posible identificar otra brecha que las ciencias de la implementación buscan cerrar: la brecha entre la evidencia y la práctica, la distancia entre la evidencia más sólida existente (las innovaciones efectivas), y lo que es implementado en la realidad. Así como nuestras acciones no siempre reflejan nuestras intenciones, la implementación de programas basados en evidencia no siempre refleja lo que la evidencia demostró que funcionaba mejor.
El éxito de la implementación, por lo tanto, dependerá de qué tan bien implementemos aquello que sabemos que funciona. En la búsqueda por cerrar esta brecha, las ciencias de la implementación han compilado y sistematizado aprendizajes desde la evidencia, para determinar cuáles son los determinantes cruciales de una implementación consistente para lograr los resultados deseados socialmente.
De acuerdo a la Active Implementation Research Network, toda implementación exitosa de una innovación efectiva, es por definición, una nueva forma de trabajar, y por lo tanto, requiere cambios de comportamiento. Para lograr este cambio, se trabaja de manera integrada en los siguientes dominios:
Todo lo anterior es para mostrar que la implementación de un programa basado en evidencia requiere cambios de comportamiento en múltiples niveles. La implementación posee muchas capas, tal como una cebolla.
En la capa exterior, el programa basado en evidencia busca obtener resultados positivos a través de cambios en el comportamiento de la población objetivo.
Dado que la población objetivo interactúa con los profesionales que entregan el servicio, la siguiente capa la compone la fuerza de trabajo que llega a las familias con el programa. Este grupo de profesionales debe incorporar nuevas herramientas y metodologías probadas por la ciencia dentro de su set de prácticas, generando nuevos hábitos en la entrega de sus servicios y transformando la entrega de este nuevo programa basado en evidencia en business as usual.
La siguiente capa de esta cebolla implementadora la componen las personas que toman decisiones y las organizaciones a las que pertenecen los profesionales. Estas tienen la responsabilidad de crear y sostener las condiciones para que los profesionales puedan incrementar sus competencias y cambiar sus comportamientos en línea con el programa basado en evidencia.
Recién en la capa más interna de la cebolla encontramos las leyes, las regulaciones y los mandatos, que buscan instalar cambios sociales en determinada dirección.
Dado que obtener resultados positivos socialmente deseables es un desafío complejo y sistémico, que requiere cambios de comportamiento en múltiples niveles, implementar programas basados en evidencia utilizando los aprendizajes de las ciencias de la implementación es probablemente una buena idea.
Las organizaciones que buscan generar impactos positivos deben comprometerse a utilizar innovaciones efectivas, o en su defecto, a generar la evidencia rigurosa que se requiere antes de escalar soluciones a nivel de política pública.
Para implementar innovaciones efectivas, las organizaciones harían bien al invertir recursos para generar contextos habilitantes y para mejorar su capacidad de llevar a cabo estrategias efectivas de implementación. Esto lo pueden hacer utilizando los aprendizajes de las ciencias de la implementación y recibiendo apoyo específico para la implementación de programas basados en evidencia.